Las costas de Bretaña, tanto en su vertiente norte como en el sur o en su punta oeste, son una auténtica maravilla, pero lo cierto es que, en su interior, la región alberga también bonitos pueblos de aire medieval. Aunque yo visité Fougères y Vitré en dos escapadas distintas, no están lejos el uno del otro y fácilmente podrían verse en un mismo día.


Fougères (a unos 50 km de Rennes) tiene todo lo que se puede esperar de un bonito pueblo de interior bretón: un castillo medieval impresionante, una iglesia en lo alto del pueblo, calles peatonales adoquinadas, casas de piedra con entramado de madera y un pequeño río. Su castillo medieval, considerado la mayor fortaleza de Europa, fue construido entre los siglos XII y XV. Se mantiene muy bien conservado y merece la pena visitarlo por dentro.



A los pies del castillo se encuentra la Ciudad Baja, junto a la ribera del río Nançon. Esta zona corresponde con la antigua ciudad medieval, por lo que también se la conoce como Quartier Médiéval. Sus casas son auténticas obras de arte, pues combinan el tradicional entramado de madera con tonos vivos, bases de piedra y grandes tejados de pizarra. 


En la zona alta de la ciudad se encuentra la iglesia de Saint-Léonard, rodeada de un bonito parque público que cuenta con varios miradores donde vislumbrar el castillo y todo el valle. Unas vistas espectaculares.



Otro interesante municipio medieval cercano a la capital bretona (tan solo a unos 25 km) y al sur de Fougères es Vitré. Es un pequeño pueblo con mucho encanto, que invita a pasear tranquilamente por sus empedradas y serpenteantes calles. A lo largo del paseo disfrutarás de numerosas joyas arquitectónicas de la época medieval, perfectamente conservadas. La mayoría de los edificios de Vitré, los que hoy componen su casco histórico, fueron construidos durante los siglos XV y XVI, dando lugar prácticamente a un pueblo entero de estilo gótico.




Otro de los grandes intereses turísticos de Vitré reside en su castillo, construido en el siglo XI. Más que un castillo, este increíble edificio de cuento fue una fortaleza encargada de defender la entrada a Bretaña durante siglos. Muy cerca de allí se encuentra la iglesia de Notre-Dame, de estilo gótico flamígero y que destaca por sus coloridas vidrieras.




Nosotras aprovechamos para visitar Vitré durante un mercado medieval que, me imagino, seguirá celebrándose cada mes de septiembre. Es todo un espectáculo en el que el pueblo entero se disfraza y recrea el ambiente que se respiraba por esas mismas calles siglos atrás. Además de los tradicionales puestos de bisutería, elementos de decoración o dulces, encontrarás otros más especiales en los que numerosos artesanos se visten como antaño para rescatar los viejos oficios.




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Las fotos de Vitré son de mi amiga Irene.